Reconectarse con la naturaleza
Llega el finde, necesitas parar la pelota, y ahora ¿qué? Te propongo (re) conectarte con la naturaleza. Por suerte, para eso hay que hacer apenitas algunos kilómetros y el turismo de cercanía puede ser un buen plan.
Sábado, apenas asoma el sol cargo la bici en mi auto, preparo agua fresca, algunas frutas, el infaltable equipo de mate y me dispongo a dejar atrás -por un rato aunque sea- el candente asfalto urbano.
Ruta 2, km 115, una vieja y abandonada estación de servicio marca el punto de bifurcación. Salgo de la autovía y tomo la avenida Juan Manuel de Rosas. Un camino semi urbano y arbolado me conduce al corazón de la Laguna de Chascomús, ubicada en la ciudad homónima (su verdadera denominación es Laguna Adela, pero su localización primó y renombró popularmente este lugar).
Mi ansiedad es grande, quizás por eso el trayecto parece interminable… Más allá de eso, siento que esta ciudad de techos bajos y edificios coloniales me recibe cálidamente.
Busco donde estacionar mi auto aprovechando el reparo de unos frondosos árboles. Descargo la bici y luego de unos ricos matecitos, me dispongo a dar inicio a esta nueva aventura.
Sopla una suave brisa, el inmenso espejo de agua me conmueve. Son apenas las 9 de la mañana y el sol comienza a desperezarse de a poco, igual que yo.
La laguna está delimitada por un perímetro que va variando su fisonomía de acuerdo al tipo de terreno que lo caracteriza, desde un camino de tierra o un cordón asfáltico, hasta un verde y extenso césped, custodiado por un grueso muro.
Un prolijo espigón (o muelle, como suelen denominarlo habitualmente) invita a adentrarse en el corazón de la laguna. Yo me acerco a pedal, pero otros caminan tranquilamente por ahí, mientras que algunos madrugadores vigilan celosamente sus (en algunos casos, improvisadas) cañas de pescar.
Cada espacio alrededor de esta laguna es increíblemente acogedor. El sonido del agua que la brisa mezcla suavemente con el movimiento del follaje de los árboles te envuelve mágicamente. Cierro los ojos brevemente mientras continúo pedaleando para escuchar esta inigualable música de la naturaleza. Siento una paz absoluta.
El recorrido parece no concluir nunca, más y más rincones por descubrir, vegetación silvestre, aves, árboles de todos los tamaños me sumergen en un sinfín de matices, aromas y colores. Tonos verdes, azules y tierra brillan bajo el inmenso sol del mediodía y forman parte del paisaje y el folklore que brinda tan generosamente este lugar.
A medida que transcurre el día, más y más gente se acerca para disfrutar en familia, con sus mascotas, o en soledad, para respirar el aire puro y fresco de este bellísimo sitio.
Además de la pesca, las actividades acuáticas son las grandes protagonistas de la jornada, kayaks, surf, kitesurf, botes, todo lo que desafíe la gravedad en el agua parece ser especialmente bienvenido.
Al promediar el mediodía regreso a mi punto de partida. Ahora sí, a hidratarse, a descansar bajo la sombra de un generoso árbol, y recuperar energías mientras continúo deleitándome con esta increíble postal natural que la ciudad de Chascomús me obsequia.
Luego de descansar un rato, y aprovechando que el sol comienza a descender paulatinamente, marco en el GPS los puntos de interés turístico que me recomendaron visitar: como la Capilla de los Negros, construcciones coloniales como la Casa del Casco, la Estación del Ferrocarril, la Catedral, el Museo pampeano, el Club de pelota paleta, Plaza Independencia, Paseo Lalín, el Fuerte San Juan Bautista, el Palacio Municipal pintado con los clásicos colores blanco y amarillo y el Teatro Municipal, y por supuesto, la infaltable visita a la histórica casa del “padre de la democracia”, Raúl Alfonsín.
Yo hice todo este trayecto con mi bici, pero también podés ir con los genios de pedaleando Chascomús que te acompañan a recorrer la ciudad a través de una visita guiada.
La aventura no concluye aún, queda un último instante, que es absolutamente superlativo: el atardecer con sus matices naranjas y fuego mientras el sol se oculta en el horizonte. No se puede pedir más, esta es la gloria, una obra de arte de la naturaleza.
No hace falta viajar en avión, ni hacer miles de kilómetros, todo está acá, cerquita de la ciudad, en la provincia de Buenos Aires.
Ahora sí, con el alma colmada de agradecimiento, decenas de imágenes, aromas y sonidos grabados en mi mente, cargo nuevamente mi bicicleta y emprendo el camino de regreso a casa.
¡Hasta la próxima aventura!
F.M.
Agradecemos la colaboración de fotografías de Paula Zapata y Mario Campaña.