PANORAMA

Panorama Político: Kicillof hace equilibrio entre Máximo e Insaurralde y pierde por goteo el respaldo de intendentes

En su carrera por repetir un nuevo mandato en el Sillón de Dardo Rocha, el gobernador bonaerense Axel Kicillof está obligado a hacer un equilibrio constante entre sus aspiraciones reeleccionistas en la Provincia y la presión que un sector del ultrakirchnerismo le impone para ser el presidenciable en caso de que el Instituto Patria no pueda ofrecer una opción que fidelice el voto cristinista.

Una foto que se difundió durante la semana que termina dejó en evidencia la debilidad del panperonismo en general y del kicillofismo en particular: Máximo Kirchner, el jefe de ministros Martín Insaurralde –todavía en pie como “competidor interno” del ex ministro de Economía- y el propio gobernador posaron sonrientes para la foto: una escenificación de armonía interna que puede persuadir al ciudadano de a pie pero no engaña al buen observador político o el miembro del denominado “microclima”.

Kicillof está ante una encrucijada. Ya se lanzó para la reelección, pero no puede apurar los tiempos en el modo en que quisiera porque las definiciones y tensiones en el FdT lo condicionan y lo dejan sin autonomía política.

No se sabe si Cristina (Fernández de Kirchner) será candidata. En su intimidad, la expresidenta preferiría que su extitular de Hacienda sea quien lo represente eventualmente como referente nacional, hecho que lo condiciona en su afán de atornillarse en la Gobernación provincial durante otros cuatro años.

La relación de Axel con Máximo Kirchner no pasa desde hace tiempo por su mejor momento, a pesar de las poses que ambos se esfuerzan en mostrar de cara a la ciudadanía. Incluso Cristina tiene contrapuntos importantes con su propio hijo y diputado nacional raso desde que renunció a la titularidad de la bancada por el acuerdo con el FMI.

DixitP ya explicó en una entrega anterior de esta columna el malestar de muchos intendentes del conurbano con el gobernador. Le piden definiciones más contundentes, fondos para los municipios –que deben enfrentar campañas para conservar el “pago chico” en medio de la malaria económica que azota al país-.

De repetir un período más como mandatario provincial, deberá gobernar con una Legislatura en la que podría no tener mayoría propia y en ese contexto deberá ceder en las negociaciones con la oposición, aunque justamente el fuerte de Juntos por el Cambio no sea precisamente la provincia de Buenos Aires, donde el kirchnerismo duro cosecha entre el 30 y el 35 por ciento.

Un dato: el guarismo no alcanza para ganar a nivel país, donde esas cifras proyectadas son apenas 12 o 13 puntos de intención de votos (Buenos Aires representa el 37 por ciento del electorado nacional).

Aferrado a los escasos logros de gestión que puede exhibir en la provincia “inviable” y obligado a jugar al equilibrio proselitista, el gobernador espera, con pocas cartas propias en la mano, que el Frente de Todos reordene sus cada vez más intensas internas para saber de qué lado va a quedar parado. ¿Podrá? 

Intervenido por Anibal Fernández

Otro frente que deja mal parado a Kicillof fue abierto por el ministro de Seguridad nacional Aníbal Fernández, que ante la creciente ola delictiva en territorio bonaerense impulsó una «invasión» de gendarmes.

Hábil en el arte de meter palos en la rueda, el ministro albertista puso en una encrucijada al gobernador. La incursión de Gendarmería desnuda la falta de eficacia de la Policía Bonaerense, que le empezó a reclamar al economista que salga a defender a la fuerza que tiene en sus filas unos 100 mil integrantes.

(*) Resumen semanal de DixitP

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