¿Cristina y La Cámpora son el ancla de hierro del peronismo bonaerense que impiden el proceso de reorganización?
Nadie está dispuesto a resignar un centímetro de las posiciones que han conseguido ocupar dentro del espacio interno, pero el desprestigio y el rechazo que generan la expresidente y su hijo por fuera del segmento de incondicionales que cada vez es más amplio impide imaginar la posibilidad de un proceso de reorganización interna y de recuperación de los favores de la sociedad.
En los últimos días trascendió la realización de un encuentro entre Cristina Fernández de Kirchner y Jorge Ferraresi, en el que el intendente de Avellaneda habría intentado negociar una tregua, pero había terminado en un fracaso absoluto. Del lado del Instituto Patria niegan la veracidad de la especie, y del de Ferraresi ponen cara de póker.
«Si se hubiera producido no habría problemas en confirmarla, pero no ocurrió», afirman en el entorno de la mandataria. Pero la simple difusión del rumor, se haya concretado o no el encuentro, no es un dato aleatorio. En definitiva, con Cristina no se gana, pero sin Cristina es difícil pensar alguna alternativa exitosa.
No sólo Ferraresi, alineado claramente con el gobernador Axel Kicillof, sino también para Mario Secco (Ensenada), Fernando Gray (Esteban Echeverría) y el propio mandatario provincial, la insistencia de Cristina y de Máximo Kirchner de quedarse con el control del espacio al precio que fuese constituye un laberinto que hasta ahora parece no tener salida.
Las aspiraciones a la gobernación de varios intendentes, y del propio gobernador a una candidatura presidencial –desafío que le fue impuesto por el gobierno nacional- necesitan de la convalidación de la expresidente. Pero ella está muy lejos de dársela, ya que pretende que su hijo Máximo ocupe ese cargo, y su condición de presidente del PJ bonaerense lo coloca en situación inmejorable para encabezar las listas.
En este escenario de turbulencias dentro del peronismo, Cristina sueña con llegar a ocupar la titularidad del PJ nacional, al que siempre despreció, “clamor popular” mediante, ya que no está dispuesta a competir con ningún humano del espacio. Desde esa posición podría aplicar su tradicional “dedazo”, cuyas consecuencias terminaron sistemáticamente en experiencias funestas -aunque personal y familiarmente muy redituables-.
Pero ni Cristina ni Máximo se preocupan por mirar más allá de su egoísmo y de su metro cuadrado. No entienden que su gloria es cosa del pasado, y pretenden conseguir resultados diferentes de prácticas que terminaron llevando al peronismo y al resto de las fuerzas del espacio al calamitoso presente.
Un filoso participante de la interna se preguntaba por estos días cuántos militantes de la Cámpora habían sido despedidos por el gobierno de Javier Milei. Tal como sucede con la reunión con Ferraresi, no importa demasiado si se ha concretado un pacto formal entre Cristina y Máximo y el actual presidente, pero que de que existe, aunque sea en la informalidad, nadie lo duda: dinamitan el espacio interno y le tiran una soga con sus apariciones públicas cada vez que Milei entra en zonas resbaladizas.
Cansado de ninguneos y de operaciones en su contra, Kicillof aceptó salir a jugar en las grandes ligas. Se reunión con el Papa Francisco en Roma en un encuentro de alto volumen político. Allí mantuvo dos reuniones: una audiencia formal de cuarenta minutos, y luego fue convocado para un segundo encuentro. La noticia conmovió a toda la estructura del Patria, no porque tengan una consideración especial por Francisco, sino porque implicó el reconocimiento de la autoridad ecuménica del gobernador como un jugador de primer nivel y un aval del que ni Cristina ni Máximo disponen.
Según consignó el sitio Real Politik, el encuentro papal coronó una semana frenética para Kicillof, quien tuvo su foto con ministros y decenas de intendentes en la Ciudad de Buenos Aires cuando denunció, por enésima vez, el recorte de fondos de la Casa Rosada sobre la provincia.
Con estos dos precedentes, el gobernador finalmente encarará su lanzamiento a los primeros planos de la política nacional. Será el 1 de Julio, en principio en la histórica Quinta de San Vicente, para conmemorar los cincuenta años del fallecimiento de Juan Domingo Perón.