Paisajes y Placeres

Villa Epecuén: nostálgica resistencia

En esta oportunidad te traigo, casi casi, un paseo obligado y nostálgico, no sólo porque se trata de un lugar épico que perdió la batalla contra el agua, sino porque su último poblador, que se resistía a capa y espada al desarraigo de “su hogar” fue vencido por el peso del tiempo en su propio cuerpo.

Pablo Novak, a sus 93 años, abandonó involuntariamente su quijotesca misión de velar por esta localidad que alguna vez supo ser una gran promesa de la provincia de Buenos Aires. Pero lejos de pasar al olvido a este pueblo bonaerense vamos a homenajearlo -al igual que a su estoico guardián – y a recorrerlo una vez más… con el deseo de que Uds. los hagan muchas otras veces.

La historia de este mítico balneario se remonta al año 1921, cuando se fundó Villa Epecuén, que gracias a la alta salinidad de sus aguas se consolidó como destino turístico termal, creciendo de manera sostenida durante medio siglo. Su época de auge fueron los años ´70, cuando recibía alrededor de 25 mil turistas que buscaban disfrutar la tranquilidad y los beneficios que estas aguas termales ofrecían.

Para entonces su población era escasa con tan sólo 1500 habitantes estables. Sin embargo, la ciudad tenía una desarrollada infraestructura urbana que contaba con un matadero (obra del reconocido arquitecto Francisco Salamone), una planta procesadora de sal, decenas de hoteles y comercios.

En 1975 se inicia la construcción del canal Ameghino, una obra de ingeniería hidráulica que conectaba varias cuencas de la zona y buscaba contener y regular el caudal de agua de las lagunas de la región; pero que, con la llegada de la última Dictadura cívico-militar, quedó inconclusa dejando expuesta la región a incidentes hídricos.

Efectivamente, en 1985 luego de severas lluvias en la provincia de Buenos Aires, varias localidades bonaerenses sufrieron el embate del agua que rebalsó lagunas, ríos, arroyos, colapsó campos e inundó ciudades. El desborde del Río Salado provocó que ceda el terraplén que contenía sus aguas, arrasando todo lo que se cruzaba en su camino. Villa Epecuén sufrió una embestida irreversible.

Sus habitantes fueron evacuados, pero la ciudad quedó irremediablemente bajo el agua. Con los años el nivel de agua fue cediendo, pero los daños materiales fueron irrecuperables.

Sin embargo, por este catastrófico incidente y las características -podría decirse- “pintorescas” de las ruinas, como por las virtudes de las -aún presentes- aguas termales, Epecuén se convirtió en un destino muy visitado tanto por turistas nacionales como extranjeros, especialmente por su potencial fotográfico.

Hoy pueden recorrerse sus ruinas y apreciar la huella infinita que el salitre de la laguna dejó tanto en la infraestructura como en la vegetación. Si bien mucha gente lo considera un pueblo fantasma, a través de cada visita, cada relato, con los clicks de miles y miles de cámaras fotográficas, Villa Epecuén renace como un ave fénix y su memoria se inmortaliza en el recuerdo y en la retina de cada uno de sus visitantes.

Hasta la próxima aventura

F.M.